De todas las cosas que puedan pasar, creo que de las más difíciles de aceptar es que te digan el tiempo que le queda de vida a un ser querido. Y a veces no te das cuenta de lo querido que es hasta que sabes que lo vas a perder y te niegas rotundamente a aceptarlo, o hasta que lo pierdes. Eufemismos aparte, a mi abuelo Pedro lo mató una enfermedad degenerativa hace ya algunos años. Algo parecido sucedió con mi otro abuelo, Leonardo, hace menos tiempo. A quien también recuerdo.
Supongo que a mucha gente le pasa. De pronto y sin venir a cuento, te acuerdas de alguna persona. Te quedas como hipnotizado. La mente vuela a momentos pasados. Y normalmente, cuando se relacionan con alguien, suelen repetirse los mismos momentos. Siempre los mismos. Por lo menos es lo que a mí me pasa. No es que olvide el resto, solo que unos pocos vienen muy fácilmente a la cabeza. Y bajo mi punto de vista, esto es, únicamente, lo que queda de ti cuando mueres.
Estuve hablando con Job acerca de nuestras creencias religiosas. El resumen de la conversación sería que él piensa que hay algo más allá, que hay algún poder sobrenatural y yo no. No creo que exista nada, ni nadie. Creo que no somos más que un pedazo de carne nerviosamente controlado por nuestro cerebro. Que no es más que otro trozo de carne. No creo que contengamos algo parecido a un alma. No creo en reencarnación. Ni en la vida después de la muerte. A Job le parece triste pensar que nuestra vida es algo efímero. Y realmente espera que me equivoque. Quizás me equivoque. No estaría mal... Ya digo que no es más que mi opinión. Job la respeta y yo respeto la suya. Creo que en esto se debe basar la sociedad. Una tolerancia mutua entre individuos. Por eso creo, que lo único que queda al morir son los recuerdos que la gente guarde de nosotros.
Por eso, al contrario de lo que pueda parecer, estoy contento. Porque anoche viví uno de esos momentos de hipnotismo clavando la mente en mi abuelo Pedro. En el tiempo que pasábamos juntos. Y me parece curioso, porque siempre recuerdo el mismo periodo de tiempo. Entre mis 7 y 8 años, aproximadamente. Creo que es esa época, porque no recuerdo ni a mi hermana, ni su carrito. Que nació cuando yo tenía 8 y medio. Quizás fueron los años que más contacto tuve con él. Siempre que salía del colegio por las tardes iba al taller de mis padres y siempre estaba allí. Por las tardes estaba él, por las mañanas, Leonardo. Echaban una mano en la carpintería. Recuerdo cuando me llevaba a comprar la merienda. Le encantaba hacerme rabiar. Me cogía de la mano y me la apretaba con fuerza, y no dejaba de hacer fuerza hasta que gritaba. Como si fuera un juego. Pero yo, como un campeón, aguantaba el tirón. Recuerdo cuando jugábamos a la pelota y no tenía piedad de mí. Le gustaba ganar y lo intentaba. Por eso me gustaba jugar con él. Me trataba de tú a tú. Tal vez, pasar tanto tiempo juntos, sea el motivo por el que quizás le cogí más cariño que a nadie.
Tal vez no nació ni en el lugar adecuado, ni el momento oportuno. La vida no le fue nada fácil. Pero puede estar orgulloso de lo buena persona que era. Y de la familia que sacó adelante. De las hijas que tuvo: mi madre y mi tía. Y de los dos nietos que tuvo: mi hermana y yo. Porque ha pasado el tiempo y estoy contento. Contento, porque no consigo recordar malos momentos. Y porque le sigo echando de menos. Y sé, que estando en vida, sería lo que el querría. Que guardemos un buen recuerdo de él. Que repito de nuevo: al fin y al cabo, es lo único que queda.
Aunque se me caiga alguna lágrima escribiendo estas líneas, estoy contento.
Ya sé que esto no tiene nada que ver con Japón, pero me apetecía escribirlo. Espero que a nadie le sienten mal mis palabras, ni tampoco la manera poco sensible que tengo a veces de dejarlas caer.
Mañana madrugo para ir a Takayama. Y hasta dentro de dos o tres días no vuelvo. Así que llevaré conmigo el diario que me regaló Antonio, por si me entra el deseo de escribir algo...
Un saludo!
Carlos
Que sólo queden los recuerdos no quiere decir que no haya nada más allá. Obviamente no es una existencia consciente, pero, para ti, para todas las personas que les conocieron, Pedro y Leonardo existen en la medida en que lo que son ahora, lo son gracias a ellos.
ResponderEliminar¡Ánimo!, ¡y pásatelo bien por ahí abajo!.
Y lo orgullosos que estarían tus abuelos de ver que un nieto suyo está estudiando en Japón!
ResponderEliminarGracias! Uno hace lo que puede...
ResponderEliminar