martes, 30 de junio de 2009

Aso

22 de junio de 2009

Dejando atrás Kikuchi, partimos hacia el monte Aso. Según Holly el lugar más bello del mundo.

Para mí, esta foto, es de los momentos más raros que jamás haya vivido. No porque alguien cante mientras conduce, sino porque lo haga utilizando un micrófono... Como se puede ver, en Japón, el volante está a la derecha.

En fin, llegamos a Aso. No exactamente al monte. A unos 5 km, donde ya podía empezarse a comprobar que este lugar es realmente bonito. El problema fue que nada más salir del onsen la lluvia apretó. Convirtiéndose en un chaparrón. Intermitente. Cada 5 minutos caía un pequeño diluvio de otros 5 minutos.

La fotos con flash reflejaban las gotas y la niebla que empezaba a crearse, sin flash salín un poco movidas... Una pena, porque la verdad que el lugar valía la pena.

Después de algunas fotos más volvimos al coche. Holly sugirió que no fuésemos a ver el cráter, que con el día que hacía no veríamos nada. Pero ya que estábamos allí, ¿por qué no probar?

Cuidado con las piedras que caen. Pero esto es sólo una advertencia para ardillas, las piedras que caen no son muy grandes...

Llegamos al borde del cráter y el problema no era la lluvia. Era el viento y la niebla.

La ciudad en el interior del cráter se llama Aso. Muy original. Por lo visto ya no hay riesgo de que vuelva a entrar en erupción, pero a mí no me haría especial ilusión vivir ahí...

Una manta de nubes cubría el cielo sobre nuestras cabezas. Con el viento que hacía las nubes, muy rápidas, entraban en el cráter, cogía más velocidad y chocaban con el otro extremo. Subiendo, bajando, mezclándose con otras nubes. En cualquier otra parte del mundo, seguramente, hubiera sido un día horroroso. No en Aso.

La lluvia nos respeto durante 3 minutos. Lo justo para hacer un par de fotos y poder estudiarlas tranquilamente en casa.

Volvió a amainar unos minutos, así que pedí que parara el coche intentando conseguir una imagen en condiciones. Puesto que era precioso el bailar de la hierba de casi 1 metro de altura con el viento. Sólo conseguí una foto donde la hierba parece césped y la niebla oculta las montañas de fondo. Así que la mejor foto que podía hacer estaba detrás de mí. Dos chicas en un coche cantando al son del iPod conectado al cassette.

Comimos pizza en un pub americano en medio de casi nada y fuimos hacia una estación donde Lena y yo nos despedimos de Holly. Una chica muy simpática y atenta. Me alegro de haberla conocido. Si no hubiera sido por ella, posiblemente, no hubiéramos ido ni a Amakusa, ni al onsen en Kikuchi, ni a Aso.

Volvimos al piso de Lena ella y yo. Estábamos muy cansados, así que no salimos a ningún sitio. Nos quedamos allí y fue entonces cuando vivimos una de las experiencias más divertidas, que mejor lo dejo para la próxima y última entra acerca de Kumamoto...

Un saludo!

Carlos

lunes, 29 de junio de 2009

Onsen en Kikuchi

21 y 22 de junio de 2009

Tras dejar la isla de Amakusa fuimos en dirección a Kikuchi. La ciudad donde vive Holly. Llegamos algo tarde, así que no había mucho tiempo para hacer grandes cosas. Por eso acabamos recurriendo a lo más fácil en Japón: el karaoke.

Holly llamó a una amiga suya, así que fuimos 4 en total. En estos lugares, me refiero a ciudades poco conocidas, da gusto ir a los karaokes, son realmente baratos comparados con los que puedes encontrar en Shibuya, por ejemplo.

La amiga de Holly, que no recuerdo el nombre, y Lena. Y Holly a continuación. En el vídeo no se aprecia muy bien, pero tiene una voz increíble. De hecho, a parte de trabajar dando clases de inglés, canta en un grupo de música japonesa.



Fue entretenido. Es más, yo me lo pasé en grande con las maracas y las panderetas. Y por lo visto, ellas se lo pasaron bien también. La amiga me dio las gracias por ser divertido... jejejeje. Me lo tomé como un cumplido.

Después de pasar parte de la noche jugando con cacahuetes y Holly contándonos historias de Aso, el volcán que íbamos a visitar al día siguiente, a dormir. Que al día siguiente pretendíamos madrugar un poco, para aprovechar.

Éstas son las vistas desde afuera del piso de Holly. Como se observa el cielo no prometía un cielo soleado...

Primera parada, antes de partir hacia Aso, un onsen. Kikuchi es de las ciudades mejor reconocidas por sus onsen. Después de Beppu, que por lo visto es la primera. Así que era una gran oportunidad uno de los de verdad.

El día anterior fuimos a uno en Amakusa. Pero siendo sincero, me decepcionó un poco. Me gustó, porque estaba muy bien. Pero esperaba más. Esa fue mi primera experiencia en un onsen y quizás me deba alegrar, porque de está manera valoré mucho más la calidad del segundo. El de Amakusa no era más que un spa. Un balneario. Con la diferencia que está divido en dos, una parte para hombres y otra para mujeres. Porque todo el mundo va desnudo. Y este en concreto tenía una pequeña terraza con una pequeña piscina de piedra, estilo japonés y con vistas al mar.

Otra diferencia con los balnearios en el mundo occidental es la intención. De igual modo en ambos modelos la idea es relajarse y encontrar un momento de calma. Pero aquí, además, es la de lavarse. Quizás me equivoco, porque no es que haya frecuentado muchos en España, pero al salir de ellos acabas duchándote en las duchas de los vestuarios si no quieres salir con la piel pegajosa o clorosa. Aquí, en cambio, entras sucio (si quieres, está posibilidad de entrar limpio), te quitas la ropa y entras. Te das un baño al estilo japonés y después estás listo para entrar en las piscinas que haya.

El agua está muy caliente. Pero puede ser debido a dos causas. Una, igual que ocurría en el onsen del día anterior, es debido a que se calienta artificialmente. Dos, como en el segundo, se calienta de manera natural. Sale a la superficie a unos 40 grados. Y una de las maneras para descubrir a que tipo corresponde es bañándose y notar como el segundo tipo te deja una sensación de suavidad en la piel increíble. Como si te hubieras puesto crema.

Holly nos llevó a su onsen favorito. Uno muy pequeñito. Como era lunes por la mañana no había absolutamente nadie. Por lo menos en la zona masculina. Así que pude tomar algunas fotos.

Era realmente pequeño, pero valía la pena. Empezó a llover, estando a la orilla de un río, escuchando el ruido del agua bajar y cocinándome dentro de un agua muy, pero que muy caliente, era simplemente alucinante. Me era imposible estar más de 5 minutos dentro del agua, así que me tumbé en una piedra (la que hay en medio de la piscina de hace dos fotos), con los pies en el agua... creo que la relajación fue tan extrema que me dormí por momentos.

La alegría con la que salí de ese lugar no se puede explicar con palabras. Era una persona nueva... Ya podíamos ir a visitar Aso.

Por cierto, me informé acerca de los onsen mixtos. Y si que existen. Sé que hay gente interesada... Mixto puede significar dos cosas. La primera es privado, como el de la foto anterior. Esta pensado para las familias que no quieren separarse en dos grupos. No hay muchos de este estilo. Justo al que no llevó Holly es uno de los pocos que ofrecen esta posibilidad. La segunda es lo entendido comúnmente por mixto. Un espacio común donde gente aleatoria coincide. Hay, pero en muy raras ocasiones. Y según me contaron las chicas, la zona mixta está llena de hombres mayores esperando ver alguna tetita que otra, así que normalmente las mujeres no suelen entrar en estos espacios. Con lo cual, en la mayoría de ocasiones, los onsen mixtos son onsen normales, pero con dos áreas para hombres...

Un saludo!

Carlos

domingo, 28 de junio de 2009

Futsal en la azotea de Shibuya

Llegué muy cansado a la habitación tras la noche de salsa, pero no lo suficiente como para comprobar que Dan había enviado una invitación para jugar un pequeño torneo de fútbol sala a Tim y a mí. En Shibuya, encima de la estación, en la azotea. Hacía tiempo que quería jugar ahí. Me moría de ganas. Quien haya visto la película "A todo gas: Tokyo Race" (The Fast and Furious: Tokyo drift) sabrá a que pista de fútbol me refiero. De la película he sacado la imagen anterior. El problema era que si iba sólo podría dormir unas 5 horas.

Pasé unas 4 horas bastante incómodas con el dolor de garganta. Así que me levanté para decir a Dan que no iría. Además, estaba lloviendo. Pero le dije que iría a verlos un rato, aunque no jugase, tenía muchas ganas de ver el lugar.

Mientras estaba cocinando recibí un mensaje de Zach. Que les faltaba 1 jugador y que si no estaba muy mal, que fuera. Era lo único que necesitaba para ir. Me apresuré a terminar la comida y lo hice. Pero justo recibí otro mensaje. Tenía que llegar a Shibuya a las 14:15. Comprobé en Internet cuando debía coger el próximo tren y era en 10 minutos. Dejé el ramen recién cocinado en mi nevera, cogí todos los trastos para jugar y dejé el paraguas, para correr hasta la estación. A pesar de la que estaba cayendo. La gente me miraba extrañada... Pero al final llegué justo a tiempo al tren.

Llegué 1 minuto tarde al partido, con lo que no lo jugué. Pero porque no hizo falta. Enviaron el mismo mensaje a Nick, pero este llegó a tiempo. Tantas prisas, corriendo entre miles de personas en Shibuya, cambiarme mientras subía en el ascensor... para nada.

Eran 10 minutos por partido. En nuestro grupo éramos 4 equipo, por lo que jugaríamos 3, más otro contra alguno del otro grupo. En el primero fueron bastante mejores que el equipo rival, pero acabaron perdiendo 2-0.

El siguiente partido, con unas botas alquiladas, unas espinilleras de Dan y tosiendo todo el rato, jugué el partido entero. Hat-trick, 4-1 en total, y buenas sensaciones de equipo. Tanto que mis compañeros empezaban a hablar de paliza en el siguiente partido. Les sugerí que era complicado en las condiciones en que se encontraba el terreno de juego, que un 1-0 era más que suficiente. Y así fue, 1-0. Como estoy orgulloso, diré que fue mio... jejejeje.

Jugar a fútbol era casi imposible. Empezó a llover a cántaros, el balón era incontrolable y la superficie rapidísima. Al final estábamos jugando en una piscina. Y eso no podía ser nada bueno para mi constipado...

Quedamos segundos de grupo, a un punto de los que nos ganaron al principio. Así que nos enfrentamos contra los segundos del otro grupo. No entiendo muy bien esta falta de competitividad, donde no hay eliminatorias, no se sabe quien queda primero o segundo. Lo que importaba era que todos jugásemos 4 partidos. Así que, realmente, no importa si ganas o pierdes, vas a jugar lo mismo. En fin, empatamos a 2, aunque debo reconocer que ellos jugaron algo mejor que nosotros. Así que tocaban los pentaltis. Muerte súbita desde el primero. Yo metí el primero, Nick el segundo y Yuichiro, nuestro portero, paró el segundo de ellos. Ganamos e hicimos nuestra celebración especial para la ocasión. Nos fuimos todos a la portería y nos pusimos a correr hacia el centro del campo, donde nos tiramos al suelo a modo de pingüino, en plancha. Fuimos la sensación del momento... jejejeje.

Muy divertido, aunque muy caro. Por los 40 minutos que jugamos (yo sólo 30), pagamos 2700 yenes cada uno. Unos 20 euros.

A esas horas yo me moría de hambre. Así que me convencieron rápido para ir a un tabehodai. Un lugar donde pagas un precio fijo y comes todo lo que quieras en durante un tiempo acordado. En este caso era un restaurante bastante conocido entre las chicas, donde por 1500 yenes puedes hartarte de pasta y pasteles. Lo único que hay en este restaurante.

Nick a la izquierda, con Dan y Jaz. Una amiga de Dan que mañana vuelve a los Estados Unidos.

Entre pasta y pasteles no hay mucho donde escoger, así que me he puesto a crear nuevos sabores de la mezcla de diferentes espaguetis y diferentes pasteles. No soy muy pastelero, pero me moría de hambre. Así que poco importaban los sabores. Y menos aún con la poca calidad de la comida. Los pasteles no estaban mal, pero la pasta...

Yuichiro a reventar.

Casi al final hemos encontrado una fondue de chocolate y hemos empezado a crear...

Me sorprende lo mucho que come Dan y lo delgado que está. No ha parado ni un momento... Este tío es una pasada.

El local se llama "Sweet Paradise" (Paraíso Dulce) y tiene una decoración la mar de empalagosa. Con tonos pasteles (jeje..), rosas y naranjas. Y la verdad es que éramos de los pocos chicos del establecimiento. Y aunque la calidad no era muy buena, satisficimos nuestras ansias de comida.

Volviendo de nuevo a la estación de Shibuya tomé esta foto. Arriba del todo es donde hemos estado jugando bajo la lluvia. Aunque es algo caro, volveré cuando jueguen de nuevo. Espero que para entonces haya terminado de hacer la digestión de todo lo que he comido... Llegando al piso y durante un ataque de tos, he tenido hasta un par de arcadas (no sé si tanto detalle es necesario...). Creo que mi aparato digestivo y en especial mi estómago, no están muy contentos conmigo.

Un saludo!

Carlos

Salsa en Tokyo

Con la fiesta en la azotea de Nick anulada en el último momento, era una ocasión ideal para contactar con Masa e irme con él al local de salsa donde trabaja. A parte del hostal de Ikebukuro. Donde estuve viviendo mis 3 primeras semanas en Tokyo. Masa es el chico que no soy yo.

Después de que me invitase a cenar en Ikebukuro, nos fuimos a Ginza.

Éstos son el jefe, que no me acuerdo del nombre, Masa y Ai.

El local abre de 8 a 12 de la noche, aunque los sábados ofrecen clases de salsa hasta las 8:30. Con lo que asistí a mi primera lección de salsa (no participé).

De lo que más me gustó del local fue la gente y el buen ambiente. La profesora, muy simpática, me sacó a bailar varias veces. Cuando empecé a cogerle el gustillo, fui yo quien empezó a sacar a chicas a bailar. Anoche era una noche de merengue.

Volví a comprobar que los japoneses, cuando toman algo por hobby, lo toman en serio. Entrenan, entrenan y entrenan. Aunque su principal problema es la falta de ritmo, lo contrarrestan de sobras con práctica, práctica y más práctica. Todos, bailaban mejor que yo. También es que yo nunca he recibido clases. Pero me sorprendió lo bien que bailaban todos. Y en concreto Antonio (japonés), que decía algunas palabras en castellano, curiosamente.

Un hombre se puso a hablar conmigo y me pidió que grabase su número de teléfono. Masa empezó a gritarme desde la barra "maricones, son maricones...". Me hizo gracia. No es el de la foto. El chico de la foto, cuyo nombre no recuerdo, era realmente amigable.

Por supuesto, también bailé con la camarera, Ai. Me lo pasé en grande. E hice algunos amigos. Antonio me propuso continuar la fiesta en otro local de salsa, Copacabana, en Roppongi. Iban 4 hacia allí. Y me pareció una muy buena idea. Masa no quiso venir.

El club era más grande, mucho más grande que "las Risas", el local de Masa. Pero es Roppongi. La gente no era la misma. Iba bastante más a la suya. Lo que tampoco vi mal, mucha gente iba con la intención de bailar, sin interesarse lo más mínimo con quien baila, y otra mucha gente iba con la intención de rozarse un poco. Sobretodo hombres. Noté demasiada chulería en algunas personas. Ciertamente había gente que bailaba muy bien, pero un poco de modestia nunca está de más.

No me percaté en "las Risas" que me estaba yendo con dos casi parejas. Con lo que la mayor parte de la noche la pasé solo. No completamente solo, porque en el momento que aparecía alguna chica por mis alrededores me ponía a bailar con ella. Pero no era realmente lo que esperaba. Pero comprendo que fuesen un poco más a su rollo. Y tampoco es que me ignorasen.

Estos son Antonio con su amiga. Antonio era un buen tipo. Y cuanto más bebía más se olvidaba de que no soy japonés y siempre me hablaba en japonés...

Una vista general del club.

Al piso llegué con el primer tren de la mañana. Ya llevaba unos días un poco mal de la garganta, sobretodo el último día, y trasnochar no ayudó demasiado...

Un saludo!

Carlos

sábado, 27 de junio de 2009

Amakusa

20 y 21 de junio de 2009

Era relativamente temprano, estaba dormido y en una ciudad que no conozco. Así que no sé donde quedamos con Holly. De las cosas que mejor recuerdo es el calor sofocante y asfixiante que hacía. El coche, una sauna. Un horno. El sudor corría por mis mejillas y salpicaba en mi camiseta. Estuve sudando hasta que llegamos al piso de una chica que lo tenía en venta. Holly vive en Kikuchi, pero se tiene que trasladar a Kumamto. Así que aprovechó el viaje para ver el piso. Que por lo visto le gustó mucho. Yo preferí no entrar, creí que no tenía nada que ver conmigo y quizás se podía crear el más mínimo momento de incomodidad. Y que con la resaca tampoco me apetecía demasiado. Me quedé en el pasillo exterior del bloque, justo al lado de la puerta de entrada. Con vistas a la montaña, con el sol al otro lado del edificio y con una ligera brisa sofocando mi calor. Era lo que necesitaba. Cuando salieron del piso, después de un buen rato, me encontraron apoyado en la baranda y medio dormido...

Al despedirnos de la chica, a quien le supo fatal que hubiera estado todo el rato fuera (ya le dije que no había problema), partimos hacia Amakusa. Amakusa es el nombre de una isla al sur de Kumamoto. Pero llegó la hora de comer. Aunque la comida típica de Kumamoto es la carne de caballo cruda, yo me moría por probar el famoso ramen de Kumamoto.

No me defraudó. Entramos en un restaurante de ramen aleatoriamente. Y el sabor de mi comida era sencillamente deliciosa. Aunque claro, mi hambre era voraz y no sé hasta que punto eso pudo influir...

Llegar a las playas de Amakusa despertó sensaciones que hacía tiempo que no experimentaba. De alguna manera, aquel lugar me resultó familiar. O por lo menos, muy acojedor. Circulando por las carreteras más descuidadas que en la región de Tokyo. Con los quita-miedos oxidados por el paso del tiempo, la humedad y dejadez. Chiringuitos apareciendo de vez en cuando en las playas. Y la brisa del océano, auténtico olor a mar, entrando en el coche por la ventanillas abiertas al máximo. Sensaciones difíciles de explicar que me ayudaron a despertar un poco.

Tras dar varias vueltas acabamos encontrando el piso al que nos dirigíamos y creo que ahora es buen momento para explicar como acabamos dentro de aquel lugar.

Holly es una chica a la que le encanta hacer turismo con su coche. Se conoce absolutamente toda la región de Kyushu. Pues resulta que hace más o menos un mes partió hacia Amakusa. Sin rumbo alguno, simplemente conduce y para cuando le apetece. Pues le apeteció atravesar una verja con un cartel que prefirió no leer. Para no enterarse que se trataba de una propiedad privada. Avanzó hasta que llegó a una playa. Y allí sacó su toalla y comenzó a bañarse. Al rato un señor de unos 50 años se le acercó y le preguntó qué hacía allí. Que si no sabía que era una playa privada. A lo que ella de disculpó. Todo en japonés. ¿Qué sucedió después? Lo más normal del mundo: el hombre se dijo que no había ningún problema, que se fuera a su casa con su familia a comer algo. Le pareció un poco extraño, pero accedió. Al final acabó haciendo karaoke en la casa (o pedazo de casa con vistas al océano) del hombre, con su familia y los amigos de éstos. Otros vecinos multimillonarios con casa en una playa privada como segunda residencia. Ella, en lugar de dormir en la habitación de invitados, durmió en el piso de invitados. A unos 5 minutos andando. Un apartamento un poquito más alejado de la primera línea de mar, pero con vistas impresionantes de todos modos. Al despedirse de ellos él le pidió que viniera cuando quisiera, que estaba más que invitada.

Y este fin de semana fue la segunda vez, con nosotros. Y por si la historia no era suficientemente graciosa, Holly llamó a Ken, el nombre del hombre, para avisarle de que íbamos 3 y si había algún problema. Como esperábamos le dijo que no, pero que él estaba en la ciudad y no volvería hasta tarde. ¿Debíamos esperar en la calle? No. Le dijo a Holly que buscásemos la llave secreta que hay cerca de la puerta del apartamento y que nosotros mismos... jajajajaja. La sensación de los 3 mirando alrededor de la puerta, manoteando por los contadores de gas y luz era de incredulidad. Encontrar una llave hizo que todo se volviera de algún modo surrealista... Ya podíamos entrar en nuestro piso por esa noche.

Dejamos las mochilas y la compra y nos fuimos hacia nuestra playa privada. Sin duda alguna me quedo con las playas de España. Las vistas desde la orilla quizás salen ganando las japonesas, pero la arena... y los insectos... La playa estaba plagada de unos bichos multipatas y que crujían si los aplastabas con piedras. Holly me dijo que todas las playas de Japón tenían animalitos de estos. O por lo menos las que ella conoce.

Era un poco tarde, ya no hacía tanto calor como horas antes y no tenía demasiadas ganas de bañarme. Así que me qué tirando piedras al agua mientras ellas se bañaban. No tardaron mucho.

No había demasiado que hacer, así que nos pusimos a jugar un poco con el sol. Quien dice jugar, dice comer...

O imitar a Son-Goku...

O cualquier cosa... Podría poner muchas más, pero creo que ya es suficiente.

La noche llegó y nos pusimos a cocinar. Arroz con curry. Nos pusimos en el balcón, que aunque se refrescó un poco hacía una temperatura ideal.

En este punto estábamos la mar de monos. Y fue, afortunadamente cuando llegaron Ken y Aki, su mujer. Borrachos perdidos de una barbacoa. La verdad es que el hombre es un buen elemento. Nos reímos mucho, mucho, pero mucho. Chapurrea el inglés, así que tampoco me perdía demasiado en las conversaciones. Se pensaban que Lena y yo éramos pareja. Y cuando le hicimos entender que no (es muy difícil entender para los japoneses que un chico y una chica sean amigos, sin más) me pidió que me ocupase de su mujer. Que él ya la había estado cuidando durante años y ahora me tocaba a mí. Flipé. Pero más aún cuando la mujer empezó a das palmaditas a la vez que gritaba: "Yeeeeeeeeees, Spanish, Spanish...!". No supe hacer otra cosa más que reírme. No estuvieron mucho rato con nosotros, unos amigos les estaban esperando para seguir con la barbacoa. Así que se montaron de nuevo en su Nissan de altísima gama y pedos partieron de nuevo.

Ese fue el momento de traer los "Pocky". Lo mismo que los "Mikado" en España. Mi intención era comérmelos, pero algo ocurrió...

Procuré mantenerme al margen, con la cámara. Pero insistieron (no les costó demasiado convencerme...).

Si ellas se metían dos palillos, yo no iba a ser menos. 4, hasta que se empezaron a romper. Nuestra boca no está diseñada para hacer este tipo de tonterías... jajajaja.

Sin comentarios.

Cuando hacer el tonto individualmente no fue suficiente, comenzamos con las batallas intentando ensuciar a los otros. Era una batalla de chocolate, bastante sucio... Holly iba directa a mi cara, así que opté por una super táctica. Abrir la boca para intentar comerme el arma del oponente.

Funcionó...

Al día siguiente desayuno al estilo niños pijos. Y después limpieza. Había que dejar el piso igual o mejor que lo encontramos.

Aunque hubo algún probremilla... jejejeje.

Antes de marcharnos pasamos por la casa de Ken y Aki. A despedirnos. Esta es su terraza, con la barbacoa al fondo. Detrás mío se encontraba todo el océano, pero me supo un mal hacer fotos muy descaradamente. No creo que les hubiese molestado, pero preferí no hacerlo.

Después fuimos a un concierto de hula. Una amiga de Holly actuaba. No se permitía hacer fotos, así que hice un vídeo. Música en directo. Estuvo muy bien.



A Holly le dio igual que no se pudiera hacer fotos. Esta foto es suya y su amiga, Erika, es la de la izquierda.

El día empeoraba por momentos, así que la idea de acampar en una playa quedó descartada. En un restaurante de tonkatsu decidimos nuestro destino. Iríamos a Kikuchi, al piso de Holly, para al día siguiente visitar el volcán Aso.

Posiblemente el mejor katsudon que haya comido nunca. El día estaba siendo un día de disfrute. Desayuno con vistas al mar, mi primera experiencia en un onsen, concierto de hula (sólo la mitad, porque llegamos tarde) y para comer, katsudon. Todo no podía ser tan bonito, así que empezó a llover.

Nos quedaban un par de horas hasta Kikuchi, así que nos lo tomamos con alegría en el coche.

Un saludo!

Carlos