sábado, 27 de junio de 2009

Amakusa

20 y 21 de junio de 2009

Era relativamente temprano, estaba dormido y en una ciudad que no conozco. Así que no sé donde quedamos con Holly. De las cosas que mejor recuerdo es el calor sofocante y asfixiante que hacía. El coche, una sauna. Un horno. El sudor corría por mis mejillas y salpicaba en mi camiseta. Estuve sudando hasta que llegamos al piso de una chica que lo tenía en venta. Holly vive en Kikuchi, pero se tiene que trasladar a Kumamto. Así que aprovechó el viaje para ver el piso. Que por lo visto le gustó mucho. Yo preferí no entrar, creí que no tenía nada que ver conmigo y quizás se podía crear el más mínimo momento de incomodidad. Y que con la resaca tampoco me apetecía demasiado. Me quedé en el pasillo exterior del bloque, justo al lado de la puerta de entrada. Con vistas a la montaña, con el sol al otro lado del edificio y con una ligera brisa sofocando mi calor. Era lo que necesitaba. Cuando salieron del piso, después de un buen rato, me encontraron apoyado en la baranda y medio dormido...

Al despedirnos de la chica, a quien le supo fatal que hubiera estado todo el rato fuera (ya le dije que no había problema), partimos hacia Amakusa. Amakusa es el nombre de una isla al sur de Kumamoto. Pero llegó la hora de comer. Aunque la comida típica de Kumamoto es la carne de caballo cruda, yo me moría por probar el famoso ramen de Kumamoto.

No me defraudó. Entramos en un restaurante de ramen aleatoriamente. Y el sabor de mi comida era sencillamente deliciosa. Aunque claro, mi hambre era voraz y no sé hasta que punto eso pudo influir...

Llegar a las playas de Amakusa despertó sensaciones que hacía tiempo que no experimentaba. De alguna manera, aquel lugar me resultó familiar. O por lo menos, muy acojedor. Circulando por las carreteras más descuidadas que en la región de Tokyo. Con los quita-miedos oxidados por el paso del tiempo, la humedad y dejadez. Chiringuitos apareciendo de vez en cuando en las playas. Y la brisa del océano, auténtico olor a mar, entrando en el coche por la ventanillas abiertas al máximo. Sensaciones difíciles de explicar que me ayudaron a despertar un poco.

Tras dar varias vueltas acabamos encontrando el piso al que nos dirigíamos y creo que ahora es buen momento para explicar como acabamos dentro de aquel lugar.

Holly es una chica a la que le encanta hacer turismo con su coche. Se conoce absolutamente toda la región de Kyushu. Pues resulta que hace más o menos un mes partió hacia Amakusa. Sin rumbo alguno, simplemente conduce y para cuando le apetece. Pues le apeteció atravesar una verja con un cartel que prefirió no leer. Para no enterarse que se trataba de una propiedad privada. Avanzó hasta que llegó a una playa. Y allí sacó su toalla y comenzó a bañarse. Al rato un señor de unos 50 años se le acercó y le preguntó qué hacía allí. Que si no sabía que era una playa privada. A lo que ella de disculpó. Todo en japonés. ¿Qué sucedió después? Lo más normal del mundo: el hombre se dijo que no había ningún problema, que se fuera a su casa con su familia a comer algo. Le pareció un poco extraño, pero accedió. Al final acabó haciendo karaoke en la casa (o pedazo de casa con vistas al océano) del hombre, con su familia y los amigos de éstos. Otros vecinos multimillonarios con casa en una playa privada como segunda residencia. Ella, en lugar de dormir en la habitación de invitados, durmió en el piso de invitados. A unos 5 minutos andando. Un apartamento un poquito más alejado de la primera línea de mar, pero con vistas impresionantes de todos modos. Al despedirse de ellos él le pidió que viniera cuando quisiera, que estaba más que invitada.

Y este fin de semana fue la segunda vez, con nosotros. Y por si la historia no era suficientemente graciosa, Holly llamó a Ken, el nombre del hombre, para avisarle de que íbamos 3 y si había algún problema. Como esperábamos le dijo que no, pero que él estaba en la ciudad y no volvería hasta tarde. ¿Debíamos esperar en la calle? No. Le dijo a Holly que buscásemos la llave secreta que hay cerca de la puerta del apartamento y que nosotros mismos... jajajajaja. La sensación de los 3 mirando alrededor de la puerta, manoteando por los contadores de gas y luz era de incredulidad. Encontrar una llave hizo que todo se volviera de algún modo surrealista... Ya podíamos entrar en nuestro piso por esa noche.

Dejamos las mochilas y la compra y nos fuimos hacia nuestra playa privada. Sin duda alguna me quedo con las playas de España. Las vistas desde la orilla quizás salen ganando las japonesas, pero la arena... y los insectos... La playa estaba plagada de unos bichos multipatas y que crujían si los aplastabas con piedras. Holly me dijo que todas las playas de Japón tenían animalitos de estos. O por lo menos las que ella conoce.

Era un poco tarde, ya no hacía tanto calor como horas antes y no tenía demasiadas ganas de bañarme. Así que me qué tirando piedras al agua mientras ellas se bañaban. No tardaron mucho.

No había demasiado que hacer, así que nos pusimos a jugar un poco con el sol. Quien dice jugar, dice comer...

O imitar a Son-Goku...

O cualquier cosa... Podría poner muchas más, pero creo que ya es suficiente.

La noche llegó y nos pusimos a cocinar. Arroz con curry. Nos pusimos en el balcón, que aunque se refrescó un poco hacía una temperatura ideal.

En este punto estábamos la mar de monos. Y fue, afortunadamente cuando llegaron Ken y Aki, su mujer. Borrachos perdidos de una barbacoa. La verdad es que el hombre es un buen elemento. Nos reímos mucho, mucho, pero mucho. Chapurrea el inglés, así que tampoco me perdía demasiado en las conversaciones. Se pensaban que Lena y yo éramos pareja. Y cuando le hicimos entender que no (es muy difícil entender para los japoneses que un chico y una chica sean amigos, sin más) me pidió que me ocupase de su mujer. Que él ya la había estado cuidando durante años y ahora me tocaba a mí. Flipé. Pero más aún cuando la mujer empezó a das palmaditas a la vez que gritaba: "Yeeeeeeeeees, Spanish, Spanish...!". No supe hacer otra cosa más que reírme. No estuvieron mucho rato con nosotros, unos amigos les estaban esperando para seguir con la barbacoa. Así que se montaron de nuevo en su Nissan de altísima gama y pedos partieron de nuevo.

Ese fue el momento de traer los "Pocky". Lo mismo que los "Mikado" en España. Mi intención era comérmelos, pero algo ocurrió...

Procuré mantenerme al margen, con la cámara. Pero insistieron (no les costó demasiado convencerme...).

Si ellas se metían dos palillos, yo no iba a ser menos. 4, hasta que se empezaron a romper. Nuestra boca no está diseñada para hacer este tipo de tonterías... jajajaja.

Sin comentarios.

Cuando hacer el tonto individualmente no fue suficiente, comenzamos con las batallas intentando ensuciar a los otros. Era una batalla de chocolate, bastante sucio... Holly iba directa a mi cara, así que opté por una super táctica. Abrir la boca para intentar comerme el arma del oponente.

Funcionó...

Al día siguiente desayuno al estilo niños pijos. Y después limpieza. Había que dejar el piso igual o mejor que lo encontramos.

Aunque hubo algún probremilla... jejejeje.

Antes de marcharnos pasamos por la casa de Ken y Aki. A despedirnos. Esta es su terraza, con la barbacoa al fondo. Detrás mío se encontraba todo el océano, pero me supo un mal hacer fotos muy descaradamente. No creo que les hubiese molestado, pero preferí no hacerlo.

Después fuimos a un concierto de hula. Una amiga de Holly actuaba. No se permitía hacer fotos, así que hice un vídeo. Música en directo. Estuvo muy bien.



A Holly le dio igual que no se pudiera hacer fotos. Esta foto es suya y su amiga, Erika, es la de la izquierda.

El día empeoraba por momentos, así que la idea de acampar en una playa quedó descartada. En un restaurante de tonkatsu decidimos nuestro destino. Iríamos a Kikuchi, al piso de Holly, para al día siguiente visitar el volcán Aso.

Posiblemente el mejor katsudon que haya comido nunca. El día estaba siendo un día de disfrute. Desayuno con vistas al mar, mi primera experiencia en un onsen, concierto de hula (sólo la mitad, porque llegamos tarde) y para comer, katsudon. Todo no podía ser tan bonito, así que empezó a llover.

Nos quedaban un par de horas hasta Kikuchi, así que nos lo tomamos con alegría en el coche.

Un saludo!

Carlos

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