22 y 23 junio de 2009
Se acercaba el final de mi tiempo en Kumamoto. La última noche en el piso de Lena. Cansados a causa de unos días intensos optamos por no hacer nada más extraordinario que permanecer en su piso. En el balcón. El interior era una auténtica sauna, pero en cambio afuera, con la noche lluviosa, hacía una temperatura más que aceptable.
Con algo del combini nos pusimos a comer en el balcón sentados en unas sillas de camping. Hablando y riendo. Hasta que algo sucedió... Lena se dispuso a entrar en el interior, abrió la mosquitera y sin poder evitarlo algo entró junto con ella. No soy un especialista con los animales. Y mucho menos con los insectos. Pero ese bicho de unos 5 centímetros era una cucaracha y volaba... No sé si las cucarachas vuelan. No sé si eso era una cucaracha. Pero parecía una cucaracha voladora.
A Lena le entró el pánico, que fácilmente me lo contagió. Quien más o menos me conozca sabrá el asco que me dan los insectos. No es miedo, no es ninguna fobia, sólo es asco. Pero mucho asco. Quizás, como ella estaba demostrando el miedo que le daba, intenté afrontar mis ganas de irme de la habitación, mientras ella se escondía en el pasillo a la vez que me pedía que lo sacara. Ya le dije que bajo ningún concepto iba a intentar tocar a semejante bicharraco. Le propuse esperar con la ventana abierta a que se fuera. Jajajajaja. Me dejó muy claro que esa ventana no se volvía a abrir, que podían entrar sus amigos... jajajajaja. Nos reímos durante todo el rato observando lo patéticos que debíamos parecer... El bicho debía morir. Pero dos animales quinientas veces más grandes no se atrevían a hacerlo con las propias manos.
Primer enfrentamiento: abanicando al bicho. Pedí a Lena que esperase en el pasillo y me dejara probar a mi manera. Mala idea. Primero abrí la ventana y pedí por favor a la cucaracha que saliera por su propia voluntad. Se hizo la sorda... Así que me armé con un abanico japonés y empecé a abanicar en dirección a la calle. Ni caso.
Segundo enfrentamiento: asfixiando al bicho. Pedí a Lena que me trajera un mechero, que iba a hacer un lanzallamas con mi desodorante. Lo dije en broma... Fuego directamente contra las paredes japonesas de papel, sin ninguna duda, hubiera sido una muy mala idea. Pero a Lena lo que le importaba era acabar con el animalillo. Ya se sabe: a grandes problemas, grandes remedios... jajajaja. Ataqué sin fuego. Intentando utilizar el espray a modo de mata-insectos. Esto sí que provocó reacción sobre la cucaracha. Despegó de la pared y voló hasta el interior del armario, que no estaba cerrado. Ups... Lena asomó la cabeza por la puerta y me vio equipado con el abanico y el desodorante mirándola con cara de "lo siento...". No estaba muerto, pero ahora olía bastante mejor. Me preguntó si estaba seguro de que se había metido dentro. Sí que lo estaba. Cuando le propuse cerrar el armario durante unos días y esperar a que muriera casi me atiza con el cucharón de madera que tenía a modo de arma. Me volvió a dejar claro que el animal debía morir... jajajaja. Que pondría huevos y las crías pondrían más. Y así sucesivamente hasta que tuviera que pedirles que pagaran la mitad del alquiler.
Tercer enfrentamiento: sacando al bicho del armario. Me trajo un bote de laca, que en principio debería funcionar mejor que el desodorante. Yo, enfrente del armario, Lena a un metro. Ambos armados hasta los dientes. Ahora me doy cuenta de lo ridículos que estábamos... Rocíe el armario con el espray esperando que saliera por su propia voluntad. No fue así, había que meter la mano y empezar a sacar cosas. Me daba miedo que el animal saltara a mis brazos, o peor todavía, a mi cara... Sé que no hubiera pasado nada. Sacudiéndome el bicho volaría de nuevo, pero no me apetecía. Quizás, lo peor de tener la cucaracha en la cara podría haber sido que Lena me hubiera arreado con la cuchara en la jeta. Por suerte nada de eso sucedió. Comencé a sacar cosas, a sacudirlas fuera y Lena les atizaba con el cucharón. Lo sacamos todo y el bicho no apareció. Joder! Lo que me temía, ahora había que meter la cabeza para la inspección visual y asegurarse de que no estaba. Estaba. En una esquina. No lo dudé y lo enlaqué entero. Hasta que por fin salió para posarse en las paredes. Cerramos el armario.
Cuarto enfrentamiento: asfixiando de nuevo al bicho. Volvimos a intentar la segunda técnica, pero esta vez con Lena conmigo en la habitación. Me hizo mucha gracia cuando mientras rociaba a la cucaracha ella me gritaba "MÁS CERCA, MÁS CERCA" jajajaja. "Ahí, ahí!". Me entraba la risa tonta. Parecía que el animal empezaba a atontarse un poco, pero nada. No moría. Y cuando se puso en el techo, lo preferí. No quería que se me cayera en la cabeza. Así que cambiamos la táctica, de nuevo.
Quinto enfrentamiento: atrapando al bicho. Pedí a Lena que trajera un cubo. Llené el cubo de laca hasta que estuvo humeante y me dispuse a encerrarlo. Se escapó. Aún tenía energía suficiente. Así que repetí la operación, esta vez de manera más agresiva. Este es el resultado:
A Lena todavía le quedaba humor como para hacer una foto... jajaja. Del golpe que di en el techo el bicho se cayó al fondo del cubo. Sólo quedaba tapar el cubo. Lena encontró un cartón, se subió a una silla y conseguimos encerrarlo completamente. ¿Qué hacer ahora con él? Abrir el cubo podría provocar que se escapase de nuevo. Así que fuimos al balcón, con las ventanas cerradas y lo dejamos caer. Vi como alzó de nuevo el vuelo.
Ahí terminó la batalla con el bicho. No sé cuanto tiempo estuvimos trasteando, pero al final fue bastante divertido. A pesar del calor sofocante. Luego volvimos al balcón a seguir riendo un rato más... jajajaja.
Así es como quedó la habitación después de la batalla librada... sin comentarios.
Al día siguiente, 23, tenía el vuelo de vuelta a Tokyo, pero esperando a embarcar entré en una tienda y encontré la famosa carne de caballo cruda. Como no tenía una cara muy mala, me entraron ganas de probarla.
La verdad es que el sabor no está mal. Aunque tampoco es nada fuera de lo común.
Una vez en el avión mi experiencia en Kumamoto terminaba. Con muy buenos recuerdos. Y muy contento de haber visitado a Lena. Gracias de nuevo por todo!
Un saludo!
Carlos
en espeña las cucarachas an volado toda la vida. son como pequeos transformers, que levantan el caparazon que protege sus alas y las extienden justo despues de volar se puede ver como les sobresalen las puntas de las alas. siempre e sabido que tenias un estomago a prueva de valas desde nuestras visitas a los mejicanos hasta tus famosos bocatas de macarrones con tomate y maionesa pero carne de caballo cruda es demasiado.
ResponderEliminardeberias probar la carne de caballo cruda. seguro que te sorprenderia... no esta tan mala como puedas creer.
ResponderEliminarÉpica batalla.
ResponderEliminarDigna de ser escrita en los anales Jedi.