lunes, 10 de agosto de 2009

Hakone y terremotos

Destrozado después de un día bastante agotador, donde a media noche Dan, Sylvan y yo nos fuimos a las pistas de atletismo a jugar un rato a fútbol en el césped de en medio. Hasta que vino el de seguridad a echarnos. Seguimos jugando en la puerta del gimnasio, hasta que volvió el de seguridad a echarnos de nuevo. De camino a casa, pasamos por la estación. A esas horas ya no había nadie. Así que nos pusimos a jugar allí. Hasta que, esta vez, fue un policía el que nos dijo que no podíamos estar allí. Ya no había más remedio: a dormir. Pero sólo un par de horas, porque un nuevo terremoto me levantó de la cama. La sensación de éste fue algo más impresionante que el anterior...

No tengo televisión, ni acción de ningún otro medio de comunicación sobre mí. Con lo que sólo me entero de lo que sucede a mi alrededor en Japón por lo que experimento y lo que me cuentan. O por lo que busco en diarios en internet.

A parte de los terremotos, estos días, han aparecido alertas por tifones y tsunamis. Creo que lo mejor será dejar Tokyo unos días... Por eso mañana me voy con Mario a Nikko, para dormir cerca de unos lagos en Fukishima. Siguiendo más al norte hasta Yamagata, para visitar el tercer día Yamadera. Un viaje de tres días en trenes locales, que en realidad tenemos planeado desde hace una semana.

De los días que estuvieron Joaquín, Jesús y Antonio en Japón, me falta explicar los últimos días. Los que pasamos en Hakone.


3 de agosto

Partimos desde Shinyokohama, desde donde Kai fue hacia Kumamoto y nosotros hacia Odawara. Tenían ganas de probar el Shinkansen. Así que hicimos el trayecto directo en 15 minutos. Como era de esperar, no sintieron nada especial. Y es que ellos esperaban probar el que funciona por levitación magnética.

Una vez en Odawara compramos el "Hakone Free Pass" para dos días. Y así poder utilizar todos los transportes en la zona. 3900 yenes, pero realmente vale la pena.

En Gora subimos en un teleférico desde donde pudimos ver las minas de azufre desde los aires.

Lo que se ve detrás de nosotros no es niebla, se trata de nubes de gas sulfúrico que emana directamente desde dentro de la tierra.

Hicimos con los primáticos lo único que se podía hacer sin pagar... jejejeje. El tonto!



Antonio y yo probamos los típicos huevos de Hakone. Huevos negros. Son negros porque los cuecen con agua caliente natural con alta concentración de azufre. Creo que esa es la causa...

El sabor no tenía nada especial. La diferencia con un huevo cocido convencional es el color de la cáscara.

Aquí es donde los cuecen.

Lo peor del lugar es el terrible olor. Te envuelve. Y depende como, a veces, sientes asfixia y ganas de vomitar. A mi me dieron un par de arcadas...

Perdimos un poco el tiempo en una de las estaciones de teleférico. Creo que era en Owakudani.

Y una vez terminada la ruta en teleférico nos subimos a un barco pirata. En un lago. Que a ver si alguien me sabe explicar que pinta un barco pirata en un lago.

Las vistas no estaban nada mal. Pero lo mejor era el sentir el aire fresco impactando en nosotros. Estaba siendo un día de lo más sofocante y "sulfurante", con lo que nos supo a gloria.

En el hostal teníamos que estar antes de las 6. Y por eso no había ningún problema. El problema vino cuando descubrimos que desde donde estábamos el último autobús que llegaba allí salía 3 cuartos de hora antes de las 6. Y nos quedaban 5 minutos... No sé hasta que punto hubiera sido divertido perderlo.

El hostal, para los 6500 yenes que pagamos cada uno, estaba bastante bien. Tiene 2 onsen. Uno interior y otro exterior. Nos pusimos los yukatas después de darnos el primer baño en el exterior, que por cierto, estaba demasiado caliente. Y cuando digo caliente, digo ardiendo. Ya había entrado en otros anteriormente, pero en este no fui capaz de meterme entero. Cuando es doloroso creo que deja de ser relajante.

Después de cenar yakitori en el pueblo que estaba prácticamente muerto y tomar algo a las afueras del hostal, Jesús y yo nos metimos en el onsen interior. No tenía el mismo encanto, pero yo lo preferí.

Teníamos otra reserva para las 23:30 de la noche en el onsen exterior. Yo nunca había probado uno de noche, así que me fui un rato. Los otros tres se encontraban en KO técnico en la habitación. El contraste de temperatura era aún más grande que por la tarde, con lo que pude meterme todavía menos. Al salir del agua parecía que tenía puestos unas medias rojas...



4 de agosto

Al día siguiente nos dedicamos a explorar un poco la zona del hostal. Había algún templito y algún museo. Pero dimos en el clavo.

Después de andar algunas horas buscando el museo del samurai llegamos a la puerta, para descubrir que estaba cerrado. La frustración hizo que decidiéramos que era suficiente Hakone para nosotros. Para ser sincero, acabé un poco decepcionado, esperaba mucho más de la zona. Así que nos fuimos hacia Odawara de nuevo. Donde terminaba el área de nuestro pase. Pero como teníamos que continuar con la misma compañía de tren, no había que salir de los tornos. Debíamos pagar la diferencia en el momento que saliéramos de la compañía, para utilizar otra. Y esto fue en Noborito. A más de 1 hora en tren y más de 1000 yenes de Odawara. Pero no había nadie en las puertas a quien pagar la diferencia... Salimos pegados a la gente que iba pasando las tarjetas magnéticas. Con lo ahorrado fuimos a Hiyoshi, a que todos probaran el famoso ramen de Musashiya.

Por la noche tomamos algo en Shibuya. La última noche de los chicos en Japón. Fue algo ligero, rápido y nada doloroso. Era una noche para salir, pero preferían llegar descansados a España. Aunque el ambiente de aquella noche por Shibuya no invitaba a trasnochar, sigo pensando que la noche de hacerlo era esa y no la anterior a venir a Japón...

Una vez nos despedimos todos en la estación de Shibuya, volvimos a casa. Mario, dan y yo cenamos, de nuevo, en "Gasto". Y aunque no lo parezca por el nombre, es de los lugares más baratos para comer en Hiyoshi.

Dan se llevó a dar una vuelta la publicidad que había en la puerta... jejeje.

Un saludo!

Carlos

domingo, 9 de agosto de 2009

Terremoto + crónicas

Antes de continuar con la crónica de los últimos días tengo que contar la última gran experiencia estando en Japón. Una de las cosas con las que la gente relaciona este país es con los terremotos y yo empezaba a pensar que me marcharía sin notar ninguno. Digo notar, porque desde que estoy aquí ya han sucedido varios, pero imposibles de detectar si estás cerca de unas vías del tren, una carretera o incluso tus propios pasos pueden hacer que confundas los temblores.

No se trata de un morbo macabro por querer sentir uno de cierta intensidad. Porque sé que no se trata de algo que deba tomarse a modo de broma. Pero nada fuera de lo que todo el mundo desea experimentar. Un temblor sin peligro alguno, pero que haga darte cuenta de que es un terremoto. Y así ha sido. Después de no haber dormido casi nada tras la fiesta del laboratorio de anoche, después de haber madrugado para irme a Chiba a jugar a fútbol con Dan (1 hora de camino), después de llegar de nuevo a casa cerca de las 5 de la tarde con la disposición de echar una siesta y después de llevar un par de horas durmiendo toda la habitación ha empezado a temblar. Al principio no sabía muy bien que pasaba, pero al poco tiempo me dado cuenta de que no se trataba de ningún sueño. Y es entonces, cuando todo está temblando, cuando pierdes todo el control de lo que sucede a tu alrededor y la incerteza de si va a continuar así o si va a empeorar, es cuando te das cuenta de que ya está bien. Que ya puede parar. La experiencia es suficiente. Y de algún modo sientes miedo. No pánico, pero sí algo de miedo. Entonces para. Todo pasa. Y estando tumbado en la cama, sin hacer nada, el pico de adrenalina desciende. En la escala japonesa se trataba de un temblor de nivel 3 y algo en mi zona. Trasladado a la escala Richter debe equivaler a unos 6, más o menos. Lo que se considera un terremoto moderado. Afortunadamente, no ha sido nada grave.

Una vez terminado este inciso, continúo con la crónica.


30 de julio

Día de la "Mega Drink Party". Pretendía ser mega y lo fue. Se suponía que habría bebida, a lo poco, suficiente y la hubo. Y por su puesto fue una fiesta en toda regla. Eso sí, mezclando estilos japoneses y españoles. Como todas las cosas la fiesta tuvo sus más y sus menos. Pero en resumen lo positivo superó de mucho.

Esta foto es de Antonio, pero supongo que no le importará que la utilice. No tenía ninguna de grupo... Fue tomada después de las 9 en la puerta del GB's. Después de las 2 primeras horas de fiesta. Más tarde decidimos hacer botellón en las gradas de las pistas de atletismo de al lado de la estación. Sólo hasta que nos echaron. Vino un hombre a decirnos que no podíamos estar allí. Nos fuimos a la estación. Donde voló algún que otro japonés...

Algunos ya se habían marchado y alguno se había unido a la fiesta. Así que los que quedamos nos fuimos a un izakaya. Donde continuamos algún rato más.

Lo peor y a la vez lo mejor llegó al final. Aunque de esto no tengo ninguna foto. Quizás porque no se me ocurrió, pero pensándolo bien creo que no hubiera sido de muy bien gusto hacer fotos a Antonio con el pie sangrando tras haberse caído al resbalársele el pie por la lluvia. Ni cuando se hacía curas con sake y rabiando de dolor se regaba la garganta con la misma botella. Ni en otros cuantos momentos...


31 de julio

De este día no hay mucho que contar. Principalmente por que empezó a medio día y acabó a media noche.

Llevé a la parte de la tribu que estaba despierta a mi lugar de curry favorito y más tarde todos fuimos hacia Shinjuku.

Mientras Antonio y Jesús se duchaban en su hotel, Joaquín, Kai y yo nos fuimos a hacer un poco de turismo por el sur de la estación. Por esa parte no había estado nunca y tenía ganas de visitar una librería que hay bastante famosa. Kinokuniya.

Donde me compré una guía de Tailandia.

Nos juntamos todos de nuevo en la zona norte de la estación de Shinjuku, sin Kai, que volvió a Hiyoshi. Cenamos en Mos Burguer y partimos hacia Shibuya. Donde, medio muertos, tomamos algo en un izakaya. Tardamos poco es separarnos para volver a nuestras respectivas camas. Al día siguiente pretendíamos hacer algo de turismo productivo. Del que permite hacer fotos interesantes.


1 de agosto

En agosto entramos con buen pie. Bueno y largo. Empezamos la ruta en Ginza. Aunque Kai y yo llegamos media hora tarde, los otros 3 nunca se enteraron. Hasta ahora... Después de comer udon, dimos una vuelta por una de las zonas más caras de Tokyo.

Entre parada y parada tocaba comprar el billete correspondiente. El siguiente vídeo muestra una de las escenas vividas aquel día.



Nos acercamos al teatro de Kabuki. Pero sólo por fuera. A parte de que no permitían la entrada en ese momento y que estaban en obras, el interior tampoco es nada espectacular.

Más tarde y tras mucho sudar por el calor que hacía aquel día, nos acercamos al palacio imperial. A los jardines exteriores. Mi segunda visita a este lugar. La primera fue en marzo.

A las 7 empezaba un espectáculo de fuegos artificiales en el puerto de Yokohama. Que me recomendaron varias personas por el hecho de que este año es el 150 aniversario de la apertura de este puerto. Por lo que, estando en época de hanabi (fuegos artificiales) y coincidiendo con esta fecha, el espectáculo pirotécnico de esa noche pretendía ser algo fuera de lo común.

No sé si lo fue porqué es al primero al que asisto en Japón. Pero el puerto estaba a rebosar de gente. Organizados de manera extrema durante los 70 minutos que duró el espectáculo.

Por miedo a enfrentarnos a los millones de espectadores dentro de la boca de metro, decidimos abandonar unos minutos antes. De esa manera llegaríamos a buena hora para cenar en Hiyoshi. Musashiya (cada vez lo escribo de una manera distinta...). Con parte de los que vendrían de fiesta a Roppongi esa noche.

Hicimos un mini botellón en el parque de al lado de nuestra residencia con la botella de Ballantines que me regaló Kai. Mientras esperábamos a los españoles en Roppongi, entramos en un club que no cobraba entrada.

Al poco de llegar, decidimos irnos. Nos valía la pena pagar algo y no sentir tanto calor humano.

Fuimos al Muse. 3000 yenes la entrada con 2 consumiciones, pero se trata de unos de los pocos locales en los que vale la pena pagarlos. Tenía un buen recuerdo de la vez que fui en marzo y esta vez, yendo con amigos, fue bastante mejor. Al salir ya era de día. No por tarde, sino porque amanece a las 4 y algo de la mañana.

Pero todavía había ganas de algo más, así que nos fuimos en busca de algo abierto a esas horas.

Y a esa hora McDonalds nunca falla. Donde me comí una de las hamburguesas más malas que jamás haya probado. Pan dulce con huevo y frutas incrustadas, o tal vez eran pasas. No sé. ¿Quién sabe?

La mañana la terminamos en un antro de malotes varios, música rap y camareros estúpidos. Tampoco estuvimos mucho tiempo... Uno de los trenes de la mañana hacia Hiyoshi nos llevó a casa a Mario, Sylvain, Dan y a mí.



2 de agosto

El domingo, nada. Estaba previsto ir a Harajuku, dormir en un manga-café y pasar allí la mañana. Pero la noche causó mella en Joaquín y Jesús. Quien les ha visto y quien les ve... Así que a dormir la mona.

Kai y yo pasamos más de una hora, después de comer, en la zona de sofás vibradores en el centro comercial de la estación de Hiyoshi.

Donde Kai ofreció una actuación especial.



Al día siguiente partimos hacia Hakone. Y Kai hacia Kumamoto, con Lena.

Un saludo!

Carlos

jueves, 6 de agosto de 2009

Explorando Tokyo con 4+

Después de varios días apartado del blog, principalmente por falta de tiempo, me dispongo a contar algo de lo sucedido la última semana. Con Joaquín, Antonio, Jesús y Kai. Aunque la verdad es que me da algo de pánico. Demasiadas cosas que hemos hecho como para contarlas del tirón... Así que me limitaré a dar un pequeño repaso a lo ocurrido, un poco por encima, porque muchas de las cosas que hemos hecho ya las había experimentado anteriormente y ya las he explicado en algún lugar del blog. Así que, sin más rodeos, comenzamos con lo poco que tenga algo de interés.


28 de julio

Este día llegaban todos. En esta foto se ve a los españolitos en el hotel. De donde no se movieron en todo el día. Como tuvieron la grandísima idea de empalmar la noche anterior, para así dormir en el viaje en avión, llegaron casi muertos. Jesús más que ninguno. Ninguno durmió.

Comimos algo y volvimos a su hotel, donde durmieron lo que no que durmieron en el avión... Mientras dormían fui a por Kai, que llegaba un par de horas después. Aunque Shinjuku sea la estación con más tráfico de personas en todo el mundo, no fue difícil encontrarnos. El único rubio con mochila y con cara de perdido. El llegó con un espíritu completamente distinto. Fuimos a Hiyoshi, ya que se iba a quedar en mi piso estos días. Más tarde fuimos a Shimoda, que tenían una fiesta montada.

De este día poco más que contar...


29 de julio

Un chute de Tokyo. Pretendía ser un día tranquilo de turismo. Un día de cansarse andando. Y lo fue. Pero la cosa se complicó... El resumen podría ser: Shinjuku (mirador y sushi) - Akihabara (Sega y cámaras) - Shibuya (izakaya, karaoke y club).

Yo empecé con reunión en el laboratorio. Empezó Steven su presentación final el primero y me ofrecieron ser el segundo. Lo que me permitió ahorrarme unas 2 horas de reunión dando miles de gracias al profesor. Así que fui a por Kai a mi casa y partimos hacia Tokyo.

Empezamos el día en Shinjuku, zona de rascacielos, así que nos fuimos a uno de los miradores del edificio del gobierno metropolitano de Tokyo. Para hacerse una idea de dónde estaban realmente.

Como por su cuenta, la noche anterior, Joaquín y Antonio habían dado una vuelta por Kabukicho, no era imprescindible acercarse. Además, su hotel estaba bastante cerca, tenía claro que algún día acabaríamos por allí haciendo una visita. Nada más que una visita.

Decidimos ir a Akihabara, pero justo al lado de la estación, con hambre, encontramos un restaurante de sushi que tenía buena pinta. Para mi gusto, acertamos, estaba todo muy bueno, excepto éste que probamos Kai y yo...

Una vez en Akihabara nos dimos una vuelta por algunas de las cientas de tiendas de aparatos electrónicos que hay en esta zona. Pasamos por el edificio de Sega. Donde gané un muñeco para Jesús y nos gastamos unas monedas en las máquinas.

Como no podía ser de otro modo, el monigote acabó llamándose Harry...

No perdimos demasiado en Akihabara. Lo justo para que Joaquín y Antonio se gastaran la pasta en una cámara en condiciones. Yo no estoy demasiado interesado en la fotografía y no me vale la pena tanto dinero en una cámara, pero a poco tiempo que le dediquen ellos, creo que es una gran compra.

La noche llegaba, así que había que tomar algo. Les propuse ir a Shibuya. Quería que la primera vez que fuesen a Shibuya fuese de noche. Saliendo al exterior, por supuesto, por la salida de Hachiko. Impresionante. No hay más palabras. Son muchas las veces que he estado allí y siempre fascina. Pero supongo que nunca como la primera vez... Mi primera vez fue de día, también sorprende, pero no es lo mismo. Y es que todos los lugares en Tokyo tienen dos caras completamente distintas. La de día y la de noche. No es que en un periodo esté muerto y el otro esté abarrotado. Todo está siempre lleno, pero de otra manera. Se respiran ambientes completamente distintos.

Les hice andar un poco hasta encontrar algún sitio que me pareciera adecuado. Involuntariamente. Pero lo encontramos. Un izakaya de los buenos. Aquí fue donde empezaron nuestros problemas. Acordamos dos horas de bebida libre y quizás nos pasamos con el whisky...

Añadir imagenEste vídeo es a la salida del izakaya. Kai aprendió la importancia de la palabra "sumimasen".



Jesús se fue al hotel. Se quejaba de algo. Ahora no me acuerdo que le dolía. Así que nos fuimos en busca de algún lugar donde acabar la fiesta. Pero antes, como era demasiado pronto para entrar en algún club, fuimos en busca de un karaoke.

Según me dijeron les gustó bastante más de lo que esperaban. Y es que es algo que no sabes lo mucho que gusta hasta que lo pruebas. Y supongo que estar en un estado en el que darías positivo en un control de alcoholemia ayuda a que todo parezca más divertido.

Ya era momento de entrar en algún club. Íbamos a entrar en Atom, pero Kai se negó. 3000 yenes por entrar eran demasiados para él. Pero le convencimos para ir a Camelot, que eran 2000.

Izakaya, unos 2500 yenes. Karaoke, otros 2000. Entrada en la discoteca, 2000 yenes más. Ver a Antonio bailar en un círculo de break dancers con la gorra de un japonés, no tiene precio.

A la mañana siguiente cada uno para su casita. Antonio y Joaquín, para el hotel y Kai y yo, para Hiyoshi. No sin antes desayunar en McDonald's.




Pretendía que fuese algo corto, pero siempre me pasa lo mismo. Se me ha hecho tarde, quizás, enrollándome demasiado. El caso es que mañana por la mañana tengo de nuevo reunión de laboratorio y es casi la 1. Me conozco. Si sigo con otro día me acostaré muy tarde. Por eso, dejaré el resto de días para más adelante.

Y aunque tengo algunas novedades a parte de lo sucedido en esta última semana, lo dejare para cuando termine de explicar lo que llevo con retraso.

Un saludo!

Carlos