Debería comenzar a estudiar Sales Management II, pero no me sobran las ganas… Así que os enseñaré algunas fotos de esta Semana Santa, cuando decidí ir a visitar a un amigo que vive en Galicia.
Los detalles no estaban definidos. y a detalles me refiero a lugares por donde ir, donde parar, cuando hacerlo o en qué condiciones. Sólo sabía que quería ir por el norte de España, evitar peajes, viajar por carreteras secundarias para disfrutar del paisaje y que el domingo, después de celebrar un cumpleaños en Huesca la noche anterior, me montaría en el coche e iría tirando. Si alguien se quería apuntar al viaje: bien; y si no: también.
Como esperaba, el domingo a medio día salí de Huesca acompañado de algo de agua, mantas, ropa en una mochila y, por supuesto, mi cámara a mano, para hacer fotos en cualquier momento.
La foto anterior la hice en algún punto entre Huesca y Pamplona. En ese momento no tenía muy claro donde iba a pasar la noche, pero a medida que iban pasando los minutos iban creciendo las ganas de dormir en una cama 8 horas, como mínimo. Cabía la posibilidad de descansar un rato en el coche, pero no esa noche. Pretendía ahorrar en todo lo que pudiese, pero buscar alojamiento esa noche pasó de ser un lujo a una necesidad. Sólo faltaba decidir dónde.
Sin prisa, pero sin pausa, atravesé Navarra y el País Vasco. Y llegando a Cantabria empecé a interesarme por algún lugar donde dormir. En una de mis paradas para repostar busqué alguna ciudad cercana, con el GPS, que me evocara alguna sensación, para dar un paseo y ya quedarme a dormir. Casto Urdiales era una ciudad costera que tenía buena pinta. Fallé. Dejando a un lado que mi GPS esta algo desactualizado y se encabezonaba en atravesar calles, ahora, en dirección contraria, haciendo que me volviera loco al volente; fue una ciudad que no me gustó. Pero no porque fuese poco interesante, sino porque no era lo que esperaba encontrarme en la costa cántabra. Había demasiada gente por la calle para mi gusto, demasiados coches, demasiado de todo y no era lo que me apetecía… Me recordó en muchos aspectos a Malgrat de Mar. Paseo marítimo, calles peatonales, casas, bloques de pisos, tiendas, bancos. Todo esto, aunque me guste en ocasiones, ya me lo conozco. Así que mientras debatía conmigo mismo el único problema a solucionar del día: si buscar un lugar allí mismo mientras era de día o buscar otro sitio intentando encontrar algo acorde a mis expectativas, arriesgándome a buscarlo en la noche; me llamaron Antonio y Mariana. No es nada fácil mantener una discusión con el navegador mientras conversas por el manos libres y conduces… Al rato de hablar de cortó la comunicación, supongo que por falta de cobertura. Pensé en llamar más tarde, pero ya se sabe lo que pasa en estos casos: pospones, pospones y se pasa… Me supo mal al cabo de los días.
Decidí irme de esa ciudad y conduje dirección Noja. Y entonces encontré lo que iba buscando. Un tipo de paisaje que a mí, particularmente, me encanta. En pleno atardecer, atravesando puentes que unían tierra firme con diferentes islotes, entrantes y salientes en el mar, ríos, rías y casas desperdigadas. Mucha agua, mucha naturaleza y la acción del ser humano representado por sutiles pinceladas. Curiosamente me sentí algo más feliz en medio de aquel paisaje. No eran más que sensaciones y tal vez no las sienta más cuando vuelva a pasar por allí, cosa que haré, pero eran cosas así las que deseaba encontrar antes de salir de viaje.
Se hizo de noche. Entre llenos y no disponibles estaban todos los alojamientos que me iba encontrando por la zona de Castillo y Escalante. Finalmente encontré un hospedaje bastante bien de precio en Argoños. Un lugar bien cuidado, limpio y espacioso. Por 25€ me ofrecieron una habitación con lavabo, calefacción y televisión. Les debí de dar un poquito de pena, porque la habitación se convirtió en una doble. Tampoco me quejé.
Cené en un bar de la zona. Ya no había nada abierto más a esas horas. Y debían de ser las 10 y pico de la noche. También es por eso que no tenga ninguna fotografía del lugar. A la mañana siguiente hice una al salir de pueblo poco agraciada. La zona es muy bonita, aunque el pueblo dejaba un poco que desear…
No sé que camino cogí para ir a Santander, la capital, pero mirando el mapa días después veo que tuve que retroceder para pasar por la ría de Boo. En fin, no eso muy importante.
En Santander no estuve mucho tiempo. Entre una hora y dos paseando por el paseo marítimo y por algunas callejuelas que se metían hacia adentro en la ciudad. También me acerqué al barrio del Sardinero, contemplando la playa de la Concha. Debo reconocer que es una ciudad que expresaba algo. De igual modo que visitas a alguna ciudad y lo único que ves son un conjunto de edificaciones una al lado de la otra, ésta aporta algo más. Lo que llamaría un ambiente propio. La siguiente foto está tomada desde el paseo marítimo, cerca del centro de la ciudad.
En aquel momento todavía no lo sabía apreciar, pero hizo un tiempo estupendo. De los que invita a salir a la calle.
Me subí en el coche y empecé a buscar el siguiente destino. Al comprobar que de camino se encontraba el museo de Altamira, a unos pocos kilómetros, en el territorio de Santilla del Mar, no lo dudé.
La visita al museo la puedo resumir en dos palabras: lunes cerrado. Y la verdad es que me lo podía haber imaginado. No tenía pensado buscar un nuevo destino tan pronto, así que dejé el coche en una cuneta con unas vacas por allí cerca a comerme unas mandarinas que había comprado en un supermercado de Santander y a contemplar el paisaje, que lo merecía.
¿Próximo destino? Me apetecía adentrarme en los Picos de Europa, así que indiqué al GPS que me fuera llevando hacia Cangas de Onís.
Ya en Asturias, pasando por Cabrales, paré en Arenas de Cabrales, por sonde pasa el río Casaño. Pensé en comprar algo de queso, pero no. Lo que compré fue una navaja para hacer un bocadillo.
Poco después me encontré con una indicación hacia Covadonga. Decidí seguirla.
Una vez allí se me pasó por la cabeza visitar los lagos, pero toda aquella zona es demasiado bonita como para dedicarle únicamente un par de días. Días que prefería aprovechar con Samuel en Galicia. Me hubiera gustado poder haber cerrado los ojos, no ver nada y salir de allí, para disfrutar del lugar planamente la próxima vez que vaya. Pero no era plan…
Me propuse entrar en Galicia por el norte, por Gijón y Lugo. Pero me topé con, desde entonces, uno de mis miradores favoritos en todo el mundo: el mirador del Fito. Situado en Colunga, un lugar entre Cangas de Onís y Gijón. Intentar explicar las vistas desmerecerían la belleza del lugar, arropado por el mar y las montañas.
En aquel momento hablé con Samuel, quien me propuso cambiar mi ruta para dormir esa misma noche en su casa. No le costó convencerme. Así que con 5 horas de camino por delante hasta Quiroga, pasando por León y Ponferrada, me puse en marcha.
La foto anterior no tiene más explicación que es una que me gusta.
A partir del momento en que decidí encontrarme con Samuel el tiempo cambió… Y así continuó hasta que volví a dejar Galicia.
La segunda parte del viaje la dejaré para más adelante…
Un saludo!
Carlos